Amigo, poeta y escritor argentino, su destacado humor y don para expresarlo, hacen de él una persona muy agradable y entretenida. La mezcla de humor, respeto y expresividad, son las características que se le conocen a los breves segundos de compartir con él. Su nombre es Luis Castaldi, dedicado y preocupado por las personas, yo personalmente he podido disfrutar de su cordial acogida y compañía, toda vez que he estado en Buenos Aires. Gracias, amigo Luis, por ser una persona tan especial y entregar tanto.
EL CIELO PUEDE ESPERAR
Al Dr.Stagno, al Dr.Saul, a los médicos y enfermeras del Sanatorio Agote, de Buenos Aires y a todos quienes hicieron posible que lo relatado a continuación solo fuese un recuerdo.
Corrían los primeros días de Diciembre del 89, exactamente el Domingo 10.
Calor sofocante, no circulaba una brisa de aire, para apaciguarlo. Transpirado, sin siquiera moverme y para peor, lo habitual en esa época. Corte de electricidad.
Eran esos cortes, digitados por zonas, para economizar energía.
Los ventiladores que emanaban un cálido viento, dejaron de girar.
Que hacer para apaciguar esa tortura?
Una remojada con agua fresca calma por apenas minutos el sopor.
Tomo mi Fiat 600, y voy en búsqueda de algún lugar mas apacible que mi casa.
Las calles desiertas; voy en búsqueda de un lugar, imposible de encontrar.
Estoy casi sin combustible, recorro varias estaciones de servicio, todas, con mangueras cruzadas......ninguna despachaba.
Claro!!!
Estaba anunciado un nuevo aumento, y trataban de evitar la venta, para cobrar con el nuevo precio.
Tomo la Ruta Panamericana hacia el norte, en algún lugar tengo que conseguirlo.
Al fin veo una que surtía y me acerco; lleno el tanque y estaciono frente al bar que allí estaba, para beber algo frío.
Esto es el paraíso!!!!
Un aire fresco emanaba del acondicionador.
Realmente para quedarse toda la tarde. Leo el diario, lo de siempre, el plan económico no funciona, nueva devaluación.
Una hermosa música hacia mas placentera mi descanso, entre refrescos y varios cigarrillos. Transcurrio no recuerdo cuanto tiempo, pero debía regresar.
El transito circulaba, con gente volviendo de sus paseos; yo despacio, siguiendo la caravana de motores.
De pronto un Regata, pierde el control, zigzaguea, y se avalanza contra mi vehículo.
Siento el sacudon, pero percibo que mi auto comienza a dar tumbos y aparezco tirado de espaldas en la banquina con el “Fitito” a centímetros de mi cabeza.
Un remolino de personas; algunas intentan levantarme, pero es imposible.
Fuertes dolores abdominales me estremecen.
Siento que todo me da vueltas, pero solo un pensamiento invade mi mente.
Recuerdo un reportaje que le hicieron días atrás a Daniel Scioli, cuando relataba como sobrevivió al accidente de Ramallo, en que decía que lo mantuvo vivo el evitar dormirse.
Lógico, el estaba en el río, nada tenia que ver conmigo, en tierra firme, pero yo intentaba con mis menguantes fuerzas, no dormirme.
El calor continua sofocante, sobrevuelan helicópteros policiales, llegan dos ambulancias.
Mientras me brindaban los primeros auxilios, daba indicaciones a Héctor, la persona que choco mi auto, para que avise a mi familia.
-Vamos al Hospital de Tigre, ya estas compensado, dijo el Dr Stagno, a quien no lo conocía, pero las casualidades de la vida hacen que aun en la actualidad mantengamos cierto contacto.
El mismo galeno, discutió con la guardia, porque no querían admitirme, pues estaba completo de pacientes.
-Dónde esta tu Juramento Hipocrático!!! le grito el Dr. Stagno a su colega.
Al fin de una agria discusión entre profesionales me atienden.
Cada movimiento resultaba una tortura.
Llega mi padre, desconcertado, hace una catarata de preguntas.
Luego de los estudios, se llega a la conclusión que estallo el Bazo, y hay que extirparlo.
Una paz invade mi mente; hasta yo me sorprendo, sabiéndome miedoso hasta para el torno de un dentista.
Me llevan al quirófano, hacen todos los preparativos y me anestesian.
Por primera vez siento dormirme.
No sé cuanto tiempo paso, pero oigo murmullos indescifrables.
Mi mente lo único que nota que estoy entre nubes, tal cual como en una escena de la película que vi la noche anterior.
Y mis oídos oyen de pronto:
-Se va!!, se va!!!
No recuerdo mas nada, hasta que despierto en un pasillo, con mi familia rodeando la camilla.
El calor sofocante, no cesaba, aun en la madrugada.
Llega la ambulancia y me trasladan al Agote, donde comienza una muy lenta pero efectiva y completa recuperación.
En mi semi inconsciencia, camino al sanatorio, solo pienso en las nubes de mi sueño en el quirófano.
Quería recordar el titulo de esa película.
Al llegar lo recuerdo:
“El cielo puede esperar..........”
ALAIN TEMPERIE
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